El pintor Santiago del Campo (autor del mural del estadio del Sevilla en Nervión, entre otras muchas cosas) era mi suegro en su día. Su casa-estudio en la Calle Betis siempre ofrecía alguna que otra sorpresa, un lugar alucinante, lleno de todo lo bueno del último medio siglo (ya no vive allí). Un día fui y ví que estaba pintando el retrato de una señora, y cuando la señora no estaba en carne y hueso colocaba este maravilloso maniquí, vestido con el traje de ella... puro surrealismo. No sé cuándo perdió la cara pero me contó algo de que lo trajeron en el coche desde Francia (quizás) en los años sesenta (creo) y les paró un guardia que se quedó alucinado al verlo sentado en el coche con ellos.
Sigo queriendo a mis viejos amigos los maniquíes, con su humor y su horror, con sus tragedias y sus tonterías, sus miradas, sus filosofías y, sobre todo, su voz. Hace años que no posteo, pero voy a volver durante un tiempo. En breve. ¡Hasta pronto!
1 comentario:
El pintor Santiago del Campo (autor del mural del estadio del Sevilla en Nervión, entre otras muchas cosas) era mi suegro en su día. Su casa-estudio en la Calle Betis siempre ofrecía alguna que otra sorpresa, un lugar alucinante, lleno de todo lo bueno del último medio siglo (ya no vive allí). Un día fui y ví que estaba pintando el retrato de una señora, y cuando la señora no estaba en carne y hueso colocaba este maravilloso maniquí, vestido con el traje de ella... puro surrealismo. No sé cuándo perdió la cara pero me contó algo de que lo trajeron en el coche desde Francia (quizás) en los años sesenta (creo) y les paró un guardia que se quedó alucinado al verlo sentado en el coche con ellos.
Publicar un comentario